En el año 2011, decidí estudiar Ciencia Política y Gobierno, fue un impulso bastante fuerte que nació de la indignación de empezar a ser consciente de una sociedad que no actuaba con compasión ni interés por quienes hacían parte de ella. En ese momento, sentía que realmente era la portadora de las respuestas y soluciones para este país que se reía de las enfermedades de sus candidatos presidenciales, y aplaudía medidas inhumanas para quienes estaban estructural y casi perpetuamente en condición de vulnerabilidad.
A medida que mi carrera avanzó el sentimiento era mucho más fuerte, cada día encontraba algo diferente por lo que indignarme, la discriminación hacia los costeños, negros, indígenas, mujeres, aborto, excombatientes; en fin, al sexto semestre, ya yo quería librar más batallas de las que realmente iba a poder, pero imagínense yo soy mujer, morena, cabello rizado y costeña que estudiaba en una “gran” universidad en Bogotá ¿qué más impulso necesitaba yo en la vida?
En la retórica académica, siempre hemos hablado de cómo la discriminación y la violencia en esta sociedad, que no incluye solo a Colombia, es estructural, está tan impregnada en nosotros que vamos perpetuando en pequeños actos estas situaciones sin ni siquiera darnos cuenta. En el orden correcto de la Ciencia Política y el Derecho, está situación podría ser cambiada en complejos pasos resumidos en cambio de dirigentes, nuevas leyes y cultura ciudadana, que son realmente importantes, pero que para tratar un problema estructural muchas veces nos quedan bastante cortos.
Cuando leí la noción de desarrollo humano entregada por Amartya Sen y que después fue complementada por la visión de capacidades creada por Martha Nussbaum, yo sentí que por fin alguien en este mundo había entendido mi sentimiento con respecto a la manera cómo nuestros gobernantes nos estaban legislando y “orientando”, yo realmente sentía que ahí estaban las respuestas, así que utilizando mis habilidades comunicativas y el gran sentimiento de indignación que me acompañaba, me convertí en la reina del debate, siempre en el centro de cómo se mejoraba el capital más importantes de todos, las personas, y la manera cómo se debían garantizar las capacidades de esta sociedad, especialmente en la niñez.
Esa idealización me duró hasta que empecé mis prácticas y me di cuenta de que no era suficiente cambiar la noción de desarrollo, había algo implícito en nosotros que solo se cambiaba con autoobservación, con darte cuenta de que no eres aquello que crees que te define y que en muchas ocasiones esas respuestas no las iba a encontrar en las urnas o en la constitución. Por un momento, sentí que mi indignación se estaba quedando en retórica y poco en acción, que había algo más que hacer y que yo no tenía las herramientas para entender qué pasaba.
En una de mis sesiones de estudio y profundizando más en lo que conocemos como oriente, y un poco cansada de que occidente no me diera respuestas, me encontré con la noción de Ubuntu, a la cual los libros sobre desarrollo le dan muy poco espacio para explicarla, pero era curioso porque siempre la relacionaban con Nelson Mandela, aún cuando no se profundizaba en ella. Sin embargo, en su corta y conocida definición de “Yo soy porque nosotros somos”, entendí la pieza del rompecabezas que me faltaba, y no puedo dar fe de que los Zulus y Xhosas en África lo vivan de esta manera, pero en ese momento me di cuenta que la estructura que queremos cambiar a través de formalismo, encuentra su manera de materializarse cuando usamos la indignación como la motivación para hacernos primero mejores personas.
La indignación nos debe llevar a la acción de ser las mejores personas posibles y desde ese lugar, entendiendo la unicidad de lo que somos, emprender el camino más favorable para que todo aquel que agrede o discrimina, entienda que somos parte de un mismo universo que no distingue color, raza, peso, sexo o posición socioeconómica, y que somos mucho más que un capital en la sociedad. El punto es que esto SOLO empieza con una decisión personal y auto responsabilidad.
Nuestros textos se han convertido en un libro de poemas sobre la hermandad, servicio y unicidad, pero en la práctica todo parece estar al revés, entre más indignados estamos más nos confrontamos y nos agredimos, entre más “avanzados” nos sentimos, empezamos a legitimar actuaciones como las ocurridas en Colombia desde el 28 de Abril, ¿no será que a eso que le damos pocas páginas en los libros es lo que nos está haciendo falta entender en esta sociedad tan retórica y poco práctica?
Muchas veces sentimos que la indignación tiene que provocar grandes acciones que generen cambios inmensos en el mundo, pero cuántas veces en este proceso hemos llevado la atención a nuestro interior para cambiar las pequeñas conductas que legitiman la violencia y la discriminación a diario. ¿Cuántas veces por defensa, agredimos y volvemos una situación más grande de lo que ya es? Los Zulus y Xhosas entendieron que más allá de las posesiones materiales o avances tecnológicos, como seres humanos estamos unidos, y que en la calma, la compasión, autobservación y ejemplo están las acciones más eficientes para que las situaciones que nos mantienen en tensión se acaben.
Por mucho tiempo creí que la indignación manifestada en acciones de confrontación me iban a llevar a revolucionar este país, pero no me estaba dando cuenta que desde mi actitud estaba tejiendo tantas barreras que probablemente iba a quedar como una voz chillona que pocos escuchaban, he tenido el placer de compartir espacios con personas que han estado en todos los escenarios del conflicto en Colombia y todos llegan a una conclusión: la indignación nos debe llevar a acciones de cambio a través de la aceptación, perdón, reconciliación y construcción desde la calma, ahí está realmente la respuesta para cambiar la estructura social del país; si se cambia la base ciudadana, que es realmente la estructura de la pirámide, va a llegar un momento en que la punta inevitablemente se va a caer.
¿Qué nos pasa a nosotros que todavía no nos hemos dado cuenta de que la indignación nos debe llevar a una acción colectiva en paz y no a una acción agresiva en soledad?